7 dic 2015

DIVORCIO DE MUTUO ACUERDO: UN TRAJE A MEDIDA


"La forma en que nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas"
 -Anthony Robbins- 

Cuando has experimentado -con tan solo nueve años de edad- todo lo que significa que tus padres se separen, inevitablemente, enfocas el ejercicio de esta profesión con una sensibilidad especial. 

Siempre que un nuevo cliente llega a mis manos centro todas mis energías en transmitirle la cantidad de ventajas que supondría conseguir conciliar posturas con “la otra parte” quien, en la mayoría de las ocasiones, no olvidemos que es la madre o el padre de sus hijos. En definitiva, una persona a quien un día, no tan lejano, amó y con quien inició un proyecto de vida. 

En algún momento de ese trayecto las personas, por circunstancias muy variadas, nos alejamos. Y esa distancia a veces nos lleva a olvidar cómo hablar, en el sentido más amplio de la palabra.

Entonces somos presos de una trágica amnesia selectiva que nos impide escuchar y entender los deseos, miedos e intereses de la persona que tenemos enfrente, llegando incluso a verle como un auténtico extraño. 

Y lo peor de todo es que, en todo este recorrido frenético que se inicia cuando una o dos personas deciden separarse, muchas veces salen dañados quienes menos se lo merecen. Los niños. 

Quienes conocemos a la perfección el dolor irreparable y las consecuencias muchas veces irreversibles que sufren todos los miembros de la unidad familiar cuando se inicia una batalla judicial, debemos intentar sembrar paz dónde otros solo siembran tempestades. 

El sentimiento de rencor e impotencia, las opiniones de familia y amigos, los testimonios de conocidos y hasta el asesoramiento de un abogado que carece de las aptitudes para dedicarse al ámbito del derecho de familia, pueden llegar a contaminar un conflicto, arrastrando a todas las partes a un auténtico infierno que durará no meses, sino años. No en pocas ocasiones, toda una vida. 

Me cuesta encontrar las palabras que logren definir la inmensa satisfacción que sientes cuando consigues que dos personas que ni siquiera se miraban a los ojos, consigan sentarse juntos, e “incluso” dialogar. 

Cuando los conflictos se encuentran enredados, incluso enquistados, el camino no es fácil. 

Cuando un nuevo cliente llega a mi despacho, lo más importante para mí es conocer su historia. Por ello no escatimamos tiempo en profundizar en lo verdaderamente importante: “¿Cómo te sientes, cómo estás viviendo estos cambios”?, “¿Cómo quieres que sea tú futuro?”, “Olvida lo que has oído y leído. ¿Qué sería lo más deseable para ti?”, “¿De qué tienes miedo, qué te preocupa?”, etc. 

Muchas veces los clientes vienen con ideas a las que se aferran con uñas y dientes, pero que se alejan de lo que verdaderamente quieren, o de lo que realmente pueden encuadrar con su situación personal y laboral actual. 

En este sentido, existe un trabajo preliminar en el que debemos ayudar a al cliente a ahondar en sus deseos, eliminando cualquier otro tipo de elemento externo que pueda distorsionarlos: opiniones de terceros, sentimientos de rencor, ira o frustración, egoísmos personales, informaciones extraídas de internet, etc. 

Una vez que hemos conseguido que esa persona se mire con sinceridad en el espejo, podemos empezar a hilvanar su traje a medida. 

El segundo paso, sería conocer la opinión de la otra parte implicada, quien preferiblemente deberá estar acompañada y asesorada por su propio abogado, muy especialmente cuando no tenemos del todo claro que nos encontramos ante un caso de mutuo acuerdo. 

Una vez puestas las cartas sobre la mesa iremos acercando posturas, haciendo ver a nuestros clientes que no pueden encasillarse en una única opción. 

Es por ello que la elección del profesional adecuado, puede ser determinante para el resultado de este proceso de cambio vital que no tiene porqué ser traumático para ningún miembro de la familia. 

Ambas partes, con la ayuda de sus abogados, deben ser flexibles, sensatas y e incluso creativas a la hora de buscar soluciones y alternativas, pues nadie mejor que los implicados para encontrar las medidas adecuadas de ese traje que deseamos sea de calidad, nos valga para toda la familia, y dure muchos años.

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