Cada vez más, nuestros políticos actúan como si las leyes por sí solas pudieran cambiar las cosas. No es que ellos lo crean así, sería demasiada ingenuidad. Sucede, seguramente, que han llegado a la conclusión de que, como resolver problemas complejos es a su vez complejo, resulta más vendible y electoralmente más rentable promulgar una ley. Cuando se quieran evaluar los resultados de la misma, ya habrá transcurrido un plazo razonable, con lo cual habrá ocasión para renovar la confianza electoral, para echar la culpa a los ciudadanos (esos señores que no compran conejo en Navidad y que dejan un euro de propina cuando toman café, los muy irresponsables), para que la gente se haya distraído en otras cuestiones... o para huir hacia delante promulgando una nueva ley que sustituya a la anterior.
Yo sí creo que las leyes son necesarias para cambiar las cosas, pero no suficientes. La realidad es más compleja y, como señala el artículo 9.2 de la Constitución, los poderes públicos tienen la obligación de promover condiciones, buscar efectividad, remover obstáculos, incidir socialmente…Como eso es indudablemente difícil, los políticos se quedan en la mera proclamación formal de derechos, obligaciones y principios.
¿Que en España hay una cifra de accidentes laborales exagerada? Pues, en vez de hacer que se cumplan las normas de seguridad, se aprueban sucesivas reformas que las aumenten y, de paso –esto es una afición que no falla- que incrementen todo lo posible la burocracia. Muchos empresarios y muchos trabajadores siguen sin cumplir medidas elementales, pero todas las empresas tienen más papeles en sus estanterías por si llega un inspector.
¿Que hay inmigración ilegal, porque el sistema económico mundial fomenta la emigración forzosa de quienes no tienen cubiertas ni sus necesidades básicas? Pues sacamos una norma que legaliza a los que hay y que dice: es la última vez, hasta aquí hemos llegado, regularizamos a éstos pero ya queda prohibido que entren más, ¿eh? Y como todo el mundo sabe, no ha vuelto a entrar nadie ilegalmente en España desde entonces y el problema de los sin papeles quedó resuelto.
¿Que existe un problema de malos tratos en el ámbito familiar? Pues se promulga una Ley de Violencia de Género y asunto arreglado. Las víctimas siguen aumentando, pero ¿para qué vamos a cuestionarnos otros aspectos –educativos, sociales, informativos...- si ya tenemos una ley?
¿Que existe una atención insuficiente a las personas en situación de dependencia? Pues hacemos una Ley de Dependencia y en paz. A fecha de hoy, casi un año después, sigue sin cumplirse, pero nadie lo denuncia. Este año sólo hubiera cubierto a los dependientes severos -a pesar de que la publicidad nos hace creer que afecta a todos- pero es que, incluso respecto a esos grandes dependientes, no se están resolviendo las solicitudes presentadas ni concediendo aún las ayudas y el año está a punto de terminar. No conozco a ningún solicitante que, desde el mes de abril en que se abrió el plazo de solicitud, haya recibido ni un solo céntimo en las dos comunidades autónomas donde me suelo desenvolver. Pero, exceptuando a los propios afectados, lo que le llega a la mayor parte de la gente es una bonita campaña publicitaria del Gobierno diciendo que ahora los dependientes tienen ya la vida resuelta.
¿Que la discriminación por razón de sexo sigue manifestándose en muchos ámbitos? Pues nada, una Ley de Igualdad y todo solucionado. Junto con algunas medidas muy positivas (permiso de paternidad, cambios en la maternidad, etc.) se incluyen un montón de declaraciones meramente literarias y algunas ocurrencias paritarias, y eso se vende ante la opinión pública como un avance que ha terminado con siglos de desigualdad familiar y laboral.
En esta línea, ayer el Congreso decidió terminar con los malos tratos a menores. Es que están lanzados. El Código Civil decía que los padres podrían “corregir razonable y moderadamente a los hijos”. Según el Gobierno, eso era una puerta abierta al maltrato. No salgo de mi asombro: o yo no entiendo el castellano o no veo esa puerta por ningún lado. Y, desde luego, ningún Juzgado interpreta ese precepto como legitimador del maltrato. El maltrato infantil ya está claramente prohibido y castigado en el Código Penal, no hace falta modificar la ley para que sea así. Lo que hay que hacer es establecer medidas para cumplirla y aplicarla. Ayer, tras amplio debate, se ha suprimido esa frase. ¿Esto quiere decir que los padres ya no podrán corregir razonable y moderadamente a los hijos? No entiendo nada.
Así que, además de resolver de un plumazo la siniestralidad laboral, la inmigración ilegal, la violencia doméstica, las carencias de los dependientes y la discriminación a la mujer, como guinda de la legislatura acabamos de solucionar también por ley el maltrato a menores. Otro problema menos. Qué afortunados somos con legisladores tan eficaces.
Para el año que viene espero que los que salgan elegidos prohíban por ley la infelicidad, el dolor, la enfermedad o incluso el aburrimiento. Serían también avances históricos.
Cada vez me parece más razonable uno de los consejos que D. Quijote le daba a Sancho Panza cuando éste era gobernador de la Ínsula Barataria: “No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas, y sobre todo que se guarden y cumplan, que las pragmáticas que no se guardan es lo mismo que si no lo fuesen”.
(Ilustración: Pablo Egea Palomares, Justicia de los Reyes. Banco gratuito de Imágenes del CNICE-Ministerio de Educación).
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